Volví de Ramallo y después de cocinar 4 días seguidos para 20 personas, sólo quise dormir. Bañarme con agua de ciudad, oler mi barrio, y dormir abrazado.
Pero me sentí un tanto extraño cuando cerré los ojos. En el sueño imaginé que estaba durmiendo adentro de un pastel de cebolla, en una fuente de vidrio.
Estaba conciente dormido, y tampoco podía despertarme por lo cansado que estaba. Así que en el sueño trataba de escapar de esa cama pegajosa, por el azucar del glaseado, y caliente como una baldoza roja de patio al mediodía. Nunca vi un pastel de cebolla, si existe tal cosa machosa. Debe ser algo intestinalmente inprocesable.
Lola estaba ahí también, pero ella dormía tranquila mientras yo no entendía por qué estábamos ahí adentro. Me costó mucho dormir profundo, por querer entenderlo todo todo el tiempo y ya.
Desperté muy cansado.
Unos días antes, cinco minutos después de las 12 de noche buena, sentí que era la última vez que le decía feliz navidad a mi abuelo. Lloré sin que se diera cuenta, pero lo abracé como un naufrago con cuchillo a un palmera llena de cocos.
Mediodía del 25. (Pedido de mi abuelo en la mesa familiar gigante)
Germán, pasame el loro triturado ese -refiriéndose al guacamole.
lunes, 28 de diciembre de 2009
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