Un viejito resvaló y cayó.
En el piso estaban desubicados los patines de lana de su señora y no los vio. Golpeó su cabeza contra la mesa de la cocina provocando un ruido que hizo despertar a su mujer, que llegó casi corriendo, más por la ausencia de sus patines y el piso helado.
-Estás bien?- Preguntó. Y el viejo incorporándose sin mirarla, le dijo mientras apagaba la llama de una pava hirviendo- Nadie mejor que vos y yo para comprender lo bien que nos hacen nuestros males.
La mujer pareció no entender lo que quiso decir. Pero sonó hermoso igual. Y volvió a la cama. Cuando despertó, se encontró a su lado una nota del viejito: Lo que quise decir, es que el haberme resvalado con tus patines hizo que no me doliera para nada el golpe.
Estoy enfrente, en lo de Marita. Su nieto viene en dos días, desde Europa a visitarle y le estoy dando una mano en la cocina. Cruzate cuando despiertes, y trae yerba que aquí no hay. Te espero.
Mientras en lo de Marita, cuando el viejito buscó en su bolsillo un pañuelo, encontró una notita que decía "Lo sé. En un ratito estoy ahí con la yerba".
jueves, 23 de julio de 2009
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