martes, 18 de marzo de 2014

En el Hall de Annie.

Ernest estaba esperándola en la entrada de su casa, adentro. Ella lo dejó pasar, le abrió con el portero eléctrico y le dijo por ahí mismo que la esperara, que le iba a tomar un segundo bajar. Ernest se miró al espejo. Había un espejo gigante, con un marco más gigante todavía, en el hall de Annie. Se mira, así vestido, tan prolijo como no era él, impecable, vendible y comprable, y se dijo: Me parece que no creería en ninguna mujer que quisiese salir con alguien como yo. Y se fue. Annie no lo llamó. Tampoco estaba lista para salir.

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