...recuerdo algo más, tenía todo tanta intensidad entre los dos, déjenme contarles otra historia más, sé que es una por persona, pero esta me encanta, porque estábamos cocinando y empezamos a apretar y apagamos las hornallas y bueno, pasó de todo, por toda la casa, cuestión que terminamos arriba de la mesa del comedor. Ahí fue el último suspiro de ambos y ahí quedamos, acostados a lo largo de la mesa grande. Se fueron apagando las velas, la cena se enfrió en la sartenes sin ser comida, el vino abierto y por la mitad. Empezó a hacer un poco de frío, lo sentí en su piel antes que en la mía, y estiré mi pie como buscando algo: recordé que había dejado mi campera en una de las sillas, y la agarré con el dedo gordo y la fui subiendo hasta poder agarrarla con la mano derecha, mi otro brazo estaba debajo de su cuello, sosteniendo su espalda con mi mano abierta, para que no se cayera, y nos tapé con la campera. Dormimos ahí unas largas horas, cuando de pronto empezó a amanecer. la desperté con todo el amor del mundo, y nos fuimos al cuarto. La volví a tapar y dormimos hasta que nos dio ganas de recorrer toda la casa otra vez, haciéndolo en todos lados, para terminar durmiendo otro rato en el sillón del living. Así pasábamos el tiempo.
A los pocos días, no sé qué pasó, pero ella de pronto no me quería tanto, no le brillaban los ojos cuando me veía. No había pasado nada puntual, tal vez yo estaba muy enamorado. Tan enamorado como para generar esa estática que generás cuando raspás las zapatillas con una alfombra y tocás una tubo de metal y te da una patada. Posta no sé qué pasó, no entendí, y me quedé ahí, bajo un poste de luz, como esperando un bondi que hace tiempo paraba ahí, pero que ya no: habían cambiado la parada a otra calle. / Fragmento de una reunión de E.A, que oí cuando estaba al lado, en mi reunión de C.C.A (Confección y Costura del Alma).
lunes, 18 de mayo de 2020
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