miércoles, 13 de mayo de 2009

Paralelismo de una sensación de nombre confuso.

Una vez iba manejando con una persona que había sufrido un accidente de auto. Chocó a más de 100km/h contra un árbol. Conservó sus piernas pero no la función. En el accidente, su amigo murió. Volvíamos de Mar del Plata a eso de las 3 de la mañana después de un show. En un momento que estoy pasando un camión, la ruta hace una leve curva y me dijo con tono de padre estricto, “no se pasan vehículos en las curvas”.

Tuve esa misma sensación cuando escuchaba la conversación de una mesa contigua a la mía en un bar. Hablaban dos personas de unos 50 años. Uno tenía voz de fumador vital, o mejor dicho, de un fumador que además tenía la suerte de todavía ser humano. Sus palabras eran imperceptibles pero pude escuchar algunos fragmentos. Hablaban de negocios, y pude oír claramente cuando el fumador humano dijo a su compañero, “eso no me parece una decisión inteligente, pero lo vemos".

Otra vez la misma sensación en un sala de espera de un acupunturista. Entraron dos personas de clase baja. Un hombre de unos 40 años y su mujer, de la misma edad. Se sentaron. Yo hacía de cuenta que leía mi libro,  y pude escuchar cómo ella le decía a su marido “si te hubieses cuidado no estarías acá. Así que ahora jodete”. La mujer era obesa y le faltaban 2 molares. 

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