Pasé una noche por la oficina de mi padre. Me dijo que lo espere unos minutos para luego ir a cenar por ahí cerca, en San Telmo. Cuando terminó lo que tenía que hacer, fuimos al baño antes de irnos. Entramos los dos y nos pusimos uno al lado del otro, en los mingitorios (que no se dicen ni se escriben como mijitorios). A 30 centimetros de distancia. Nos pusimos un poco incómodos, pese a que tengo 24 años, y él me ha cambiado los pañales cuando era un bebé. Había silencio en exceso. Ahí fue cuando él oprimió el botón y me dijo:
el ruido siempre ayuda.
jueves, 18 de junio de 2009
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