lunes, 16 de noviembre de 2009

Instante.

Llamé a la casa de fotografía donde revelo siempre y tardaron mucho en atenderme. Quería preguntar a qué hora cerraban por la noche. Sonaba una musiquita de espera, una guitarra flamenca, nada que ver con música de espera, así que no desesperé.

Al rato me atendió la persona con menos ganas de vivir de la tierra. Pero su aliento a suicidio me hizo sonreír. Le pregunté lo que quería preguntar, suspiró y me dijo que a las 21hs. Cuando corté, le dije a un compañero de la agencia:

Creo que acabo de darle un segundo más de vida a un desconocido.

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Espero que estés bien, Señor de Buenos Aires Color.

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