Eran como 1000 bagones, redondeando para abajo. Terminé Matadero Cinco, y vi pasar un perro dálmata. Pensaba que se habían extinguido hacía como 10 años.
Juliet me preguntó cuánto hacía que mis pies no tocaban el mar. Me dijo que el tiempo que tardé en pensar la respuesta era la paz que tenía y que no encontraba. Que la paz estaba siempre ahí.
Pasaban los últimos 200 bagones y le agradecí su pregunta y le conté de lo mucho que me gusta leer caminando y que tenía una habilidad notable para eso.
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Un día antes cantaba Amor de Primavera con 7 amigos músicos, a 8 voces. Más allá de lo hippie gay que pueda ser el tema, nos sabíamos leer y realmente sonó genial.
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Esta noche tipeo con olor a eneldo en las manos.
La anterior era perejil.
Mi computadora blanca es un popurrí de especies.
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