Acá va la respuesta a por qué quiero tener un restorán.
A salió tarde del trabajo. Esa noche se iba a quedar a dormir en lo de su novia.
Cuando entró, ella le preguntó cómo fue su día, mientras subían juntos la escalera. Ella iba unos pasos más adelante. Estaba terminando la cena y no quería que nada se le quemara. Eran algo así como las 12 de la noche, y lo esperaba contenta. Entraron a la cocina. A se sentó sobre la mesada. Ella lo miraba entre tarea y tarea. Siempre escuchándolo.
Cruzó la cocina, abrió el freezer y sacó un porrón de cerveza, lo destapó y se lo puso en la mano izquierda a A. Ella no tomaba de noche. Apagó las hornallas, se limpió las manos en el delantal, y presentó los platos. Caminaron juntos a la mesa. Ella otra vez caminaba unos pasos más adelante de A. Siguió escuchándolo. Luego durmieron juntos. Ella lo amaba más.
A no supo nada del día de ella. Si le preguntó, fue sólo para poder comer mientras ella hablara.
Acostados, A la abrazaba por detrás. Parecía un caparazón y ella una oruga indefensa. Bastante más tarde se daría cuenta que en realidad era al revés.
Antes de dormirse, se quedó pensando en lo hermoso que fue el gesto de la cerveza.
-Ahora me entendés por qué quiero tener un restorán?
-No.
jueves, 9 de septiembre de 2010
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