martes, 3 de agosto de 2010

Sobre un amigo con el que tal vez viaje a Perú.

"Estoy tan feliz. Estoy gastando toda mi plata, pero estoy viviendo. Estoy comprando cosas para mi casa."
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Suena Imelda May.
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Su padre construyó el Parque de la Ciudad. Me contó que hace poco subieron a la torre. Fueron al parque porque el nieto de Oesterheld quería hacerle una entrevista. Me contó que tiene 180 metros de alto. Que allá arriba se mueve todo. Que es la torre más alta de latinoamérica. Una vez, cuando mi amigo no sabía qué libro leer, su padre le dijo que leyera lo que sea que se le posara en su mano. Es gran fan de Asimov. Vive en el campo, en una casa gigante, llena de cuartos. Una vez fuimos a comer. Éramos cuatro. Mi amigo, su mujer pasada, mi mujer no tan pasada y yo (no digo ex, porque fueron tan importantes que deberían tener otra categoría superior). En la parrilla había tres pollos, un vacío entero, dos tiras de asado y como 10 chorizos y 6 variedades de ensaladas. No toma vino, es ex alcohólico. No fuma, es ex fumador. Tiene todo el día para pensar. Mi amigo me cuenta con admiración que una vez por semana recibe llamados de él, y le cuenta sobre el universo y sobre Einstein, y también de sus propias teorías. Tiene canas y ojos celestes. Se viste siempre cómodo. No se ata los cordones. Tiene el perro más inmenso que vi. Se llama Miles. Me acuerdo que me trajo un palito para jugar atrapado en su enorme bocota: Juro que era un tronco más grande que mi pierna.

Tiene otro perro que es mezcla de Chihuahua y RottWeiler. (El padre del perrito era el chihuahua. La RottWeiler sería la madre).

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